El pasado domingo en Vallespinosa se hizo una representación teatral en la plaza del castell donde los actores tenían de siete a setenta y cuatro años.

Era un pedazo de la vida del pueblo comprendida entre los años mil seiscientos dos y mil seiscientos ochenta. La Compañía TEATRISTORICO dirigida por Jaume Martell, miembro de AEPI, estuvo magistral. Gente del mismo pueblo y alrededores hacían revivir hechos que habían pasado en la villa cuando los contados de la época estaban llevando las rentas de nuestro país.

La excelencia de las actuaciones era tan limpia y natural que me hizo pensar en aquellas alfarerías de los primeros habitantes que valoramos tanto por la forma e intención que se realizaron. Sentía el olor de la terracota mientras se trabaja…como sentí las horas dedicadas a reconstruir unos hechos históricos importantes y poco conocidos de nuestra historia.

Nunca había visto en un pueblo y por una actuación teatral amateur una afluencia de público tan grande y diversa. Lleno hasta los topes y con una interacción tan cercana entre actores y espectadores, que emocionaba. El rural todavía conserva su ingenuidad y naturalidad y te sientes muy cómodo.

 

 

 

J Martell presentaba a sus personajes históricos como si fueran el vecino que te encuentras en mercado el lunes y con una memoria extraordinaria iba citando hechos, fechas y personajes que te situaban fácilmente en la época.

 

Quiero imaginarme, casi diría que es lo más importante para AEPI, lo que ha supuesto la convivencia con todo este abanico de edades, en los ensayos, en los momentos de incertidumbre e inseguridad, si se ha hecho alguna comida conjunta , eligiendo vestidos, riendo, disfrutando y sufriendo. Éste es el verdadero sentido en una convivencia intergeneracional y con una obra teatral como ha montado TEATRISTORICO lo ha conseguido plenamente, con herramientas sencillas, recursos suficientes, pero no sobrantes y mucho trabajo y constancia y como no ilusión y poniendo lo mejor de cada uno este domingo de otoño que un pueblecito de la Conca de Barberà resplandecía.

Siento el privilegio de una espectadora que gozó de teatro intergeneracional.